DESCARGAR
María
Calviño (Córdoba, Arg.,1961) es autora de Círculo de sombra (1993); Temporada
de casa y otros poemas (1998); Lírica
en trámite (2008); De tarde en el
puerto (2012); Fin de semana largo
(2012 y 2022); Superficies cultivables
(2017): Control remoto (2019) y Tráiler (2024), entre otros textos de
poesía. Algunos de sus poemas integran antologías publicadas en el país y el
exterior, y fueron traducidos al italiano, inglés y portugués. Ha sido becaria
del Fondo Nacional de las Artes en Traducción literaria y escritora invitada
por la Universidad de Westminster (RU).
Trabajó como editora,
correctora y curadora de textos profesionales, publicitarios o de divulgación
en los ámbitos privado y público. Estudió Letras Modernas en la Universidad
Nacional de Córdoba donde completó la carrera docente por concurso en la
cátedra de Literatura de habla inglesa, de la que fue profesora titular hasta
2022. Escribió su tesis doctoral sobre
la poesía de Samuel Taylor Coleridge.
Publicada por la Facultad de Filosofía y Humanidades en 2004, Escenas del silencio y la repetición
sigue siendo un trabajo precursor en castellano para el estudio del poeta
romántico.
Entreacto de Ofelia
Enhebro entre los dedos agujitas
de romero todo el tiempo,
pero sólo puedo recordar letras
de rondas, canciones para cantar
en días de fiesta y cuando la piel
tiene el perfume de estas flores
azules, sigo sin recordar nada.
¿Habría sido como cuando encuentra,
al fin, el río su cauce, dejando
atrás el puente y los sauzales,
o nada más que un golpe seco
contra el cuerpo tenso?
Nadie me pregunta,
no me habla nadie
porque mis palabras
no dicen nada.
Aunque si me acordara,
si alguna flor azul pudiera
recobrarte, quizás repetirían
que estás loco, y que nadie
encuentra su camino
mirándose en los ojos de alguien más.
|
Intervalo
de Ofélia
Enfio entre os dedos agulhas de alecrim o tempo todo, mas só me lembro das letras de rondas, canções para cantar nas férias e quando a pele tem o perfume destas flores azuis, continuo sen me lembro de nada. Seria sido como quando o rio encontra enfim, o seu curso, deixando para trás
a ponte e os salgueiros, ou nada mais do que um sopro seco contra o corpo tenso? Ninguém me pergunta, ninguém me fala porque as minhas palavras não dizem nada. Mas se eu me lembrasse se alguma flor azul pudesse recuperar-te, talvez repetissem que tu és louco, e que ninguém encontra o seu caminho olhando-se nos olhos de outra pessoa.
|
A Inés Calviño
Aire de familia
Mi hermana sabe contar hasta con gestos el momento cuando buscando la salidade una tienda famosa en Madrid, al final del pasillo de una cola de caja, vio una canasta gigante repleta de abanicos en oferta. Estaban plegados, pero había de todos los tamaños, y eran de plumas, pintados, bordados o de seda, con detalles de tul o de gamuza; calados, de encaje belga o de nylon de todos colores. La canasta de abanicos se iba rodeando de mujeres que se salían descuidadas de su lugar en la fila. De pronto con ademán elegante (urdido quién sabe en cuántas vidas) abrían al azar un abanico haciéndolo caer de lado, con esa sonrisa sublunar que sabe si vale la pena el gasto. A mi hermana le encanta usar abanicos, pero se mantenía a cierta distancia, esperando llegar con la marea hasta la orilla de esa rompiente irisada de la luz en la tienda. Y las mujeres los iban probando: Estesí esteno estesí esteno, hasta que una de ellas que ya había elegido y parecía seguir buscando, desplegó uno ante Inés y le dijo: Estetevatí, puesíteva, ¡Questosí es aire, hija!... Que esto sí es aire le dijo. Cuando Inés volvió a esta Córdoba argentina, traía puesta la historia del abanico que sale de una canasta española y se sacude abriendo más y más el aire como el árbol, o como a una vela el mar. Córdoba Argentina.,
2024
|
Ar de família A minha irmã sabe contar até com gestos o momento em que, à procura da saída de uma loja famosa em Madrid no fim de uma fila de caixa de pagamento viu um cesto gigante cheio de leques à venda. Estavam dobrados, mas havia de todos os tamanhos, e eram de penas, pintados, bordados ou de seda, com pormenores de tule ou de camurça; de renda belga ou de nylon de todas as cores. O cesto dos leques estava rodeado de mulheres que descuidadamente saíram do seu lugar na fila. De repente com um gesto elegante (inventado sabe-se lá em quantas vidas) abriam um leque ao acaso fazendo-o cair para o lado, com aquele sorriso sublunar que sabe se vale a pena tal despesa. A minha irmã adora usar leques mas mantinha-se à distância, na esperança de chegar com a maré à beira da rebentação luz irisada na tenda. E as mulheres experimentavam-nos: Estesím estenão estesím estenão, até que uma delas, que já tinha escolhido e parecia estar ainda procurava, desdobrou um diante de Inês e disse-lhe: Estetevatí, puesíteva, quisto é ar, filha!... Que isto é mesmo ar, disse-lhe ele. Quando Inês regressou a esta Córdoba argentina, trazia consigo a história do leque que sai de um cesto espanhol e abana, abrindo cada vez mais o ar como a árvore ou como uma vela no mar.
|
Del
libro Tráiler, 2024
Traducción
de SAL y MST
Comentarios
Publicar un comentario