POEMAS IBÉRICOS (90). DOS POEMAS DE JORGE FERNÁNDEZ GONZALO
Jorge Fernández Gonzalo nace
en Madrid, en 1982, en el barrio de Vallecas. Cursó estudios de Filología
Hispánica en la Universidad Complutense, en donde publicó su primer libro (Amantes
invisibles) hasta dar a la imprenta pocos después el poemario Una
hoja de almendro, que recibiera el aclamado premio Hiperión de poesía joven
en 2004. Tras su licenciatura, inicia sus estudios de tercer ciclo y presenta
una tesis doctoral sobre la palabra poética de Claudio Rodríguez, con la que
obtiene el grado de Doctor «Cum laude». Actualmente es profesor de filosofía en
la UCM. Junto a sus obras poéticas hay que mencionar sus artículos en
publicaciones digitales sobre diversos temas (poesía, filosofía, semiótica,
crítica literaria, etc.). Es autor de diez poemarios
(Premio Joaquín Benito de Lucas y Premio Hiperión, entre otros), y en su faceta
como traductor ha vertido al castellano obras de Rimbaud y Baudelaire, Quentin
Meillassoux y Donna Haraway. Además, dirigió las revistas
digitales Tigre y paloma y Revista fragmentaria.
Ha escrito dos ensayos que han merecido sendos premios: Redsistencias: fotografías, fakes y
disidencia mediática (2020) y Espectropías. Pensar y hablar el espacio urbano (2021).
I
El mundo
estaba herido. Y también habíamos herido a las palabras. Quizá nunca debimos
dar nombres a los árboles, pero sí al modo en que las hojas engañan a los
caminantes con su sonido de campanas. Pero hemos herido al mundo al nombrar
indistintamente a los abedules, al no clasificar el vuelo de la alondra al
mediodía, no distinguir el goteo de sus alas tras beber de las fuentes o tras
mojarse el pico con los charcos. Debimos haber dejado las palabras escondidas
en las madrigueras de los tejones, o quizá en los huecos podridos de algunos
álamos invertebrados, en las arrugas inalcanzables de los olmos. ¿De verdad
creíamos que las palabras eran nombres?
Las
palabras fueron siempre incendio.
II
No escribí
una poética porque prefería caminar descalzo entre la hierba. Hoy he bajado al
río y algunos pececillos huían de mi sombra, como también yo reniego de la
oscuridad de mi rostro, rechazo las palabras y busco refugio en los alerces o
en las frías aguas que limpian la piedra y los significados.
El río ha
pronunciado hoy las primeras palabras del mundo.
De Canción Oculta (2025)
I
O mundo estava ferido. E também tínhamos
ferido as palavras. Talvez nunca devêssemos dar nome às árvores, mas sim ao
modo como as folhas enganam os caminhantes com o som das suas campânulas. No
entanto acabamos por ferir o mundo ao nomear indistintamente as bétulas, ao não
classificar o voo da cotovia pelo meio-dia, não distinguir o gotejar das suas
asas depois de beber das fontes ou depois de molhar o bico nas poças. Devíamos
ter deixado as palavras escondidas nas tocas dos texugos, ou quem sabe nos ocos
podres de alguns choupos invertebrados, nas rugas inalcançáveis dos olmos. Será
verdade que críamos que as palavras eram nomes?
As palavras foram sempre incêndio.
II
Não escrevi poesia porque preferia caminhar
descalço por entre as ervas. Hoje desci o rio e alguns peixinhos fugiam da
minha sombra, como também eu reneguei a obscuridade do meu rosto, afasto as
palavras e busco refúgio nos lariços ou nas frias águas que limpam a pedra e os
significados.
O rio pronunciou hoje as primeiras palavras
do mundo.
Traducción
al portugués de Vitor Gil Cardeira
Canción oculta se puede adquirir en acsal2022@protonmail.com
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